Hasta el final se esperaba que el primer ministro Giorgia Meloni poner el interés nacional de laItalia a su sujeción al líder de la Liga, Matteo Salvini, pero no sucedió así. El su No a la reelección de Úrsula von de Leyen conduciendo el Ue responde a la lógica partidista y evita el enfrentamiento interno mayoritario con Salvini, pero ciertamente no es bueno para Italia, que por primera vez se encuentra en la oposición al Gobierno europeo y que pronto tendrá que pagar el precio tanto en términos de retorno del déficit previsto por el nuevo pacto de estabilidad que en el Pnrr, donde seguramente no podrá esperar recibir descuentos.
Meloni prefirió comportarse como líder de los conservadores y de los Hermanos de Italia que como estadista, interrumpiendo el camino prometedor que en la primera parte de la legislatura la había alejado del populismo, pero el resultado de su batalla es decepcionante para Italia y también para ella. En esencia, el juego de trileros con el que Meloni ha mantenido durante mucho tiempo su pie en ambos zapatos (en parte líder de la derecha y en parte primer ministro de Italia) no ha dado sus frutos y, al final, tanto Meloni como Italia son resultados completamente irrelevantes en el partido por elEuropa de los próximos cinco años.
Habrá que entender qué ha provocado la involución de Meloni que, a pesar de su éxito en las elecciones europeas, ha perdido su toque mágico desde hace algunas semanas y ha revelado toda su fragilidad política: excelente para reunir votos pero absolutamente incapaz de contar con el A nivel europeo e internacional y sobre todo dominado por la extrema derecha de Salvini. También será interesante entender qué hará ahora el líder de Forza Italia. Antonio Tajani a quien la familia Berlusconi, que financia su partido, no se lo dijo y no apreció su sumisión a la política conservadora del primer ministro. Pero estos son juegos de palacio. Lo que importa es que Italia sale reducida de la batalla por las nominaciones europeas y un pequeño escaño no será suficiente para devolverle la credibilidad y la autoridad que Mario Draghi que él le había procurado durante su gobierno. Credibilidad y autoridad perdidas en un solo día. Un día para olvidar para Italia.