En reciente Datos de empleo ISTAT se han hecho una serie (e incluso serias) distinciones, que podemos resumir así: la mayoría de los nuevos puestos de trabajo son "precarios" (léase: de duración determinada). Las horas trabajadas, a pesar del crecimiento de los puestos de trabajo, siguen siendo inferiores a las trabajadas en el último año anterior a la crisis (2008).
Estos son hechos que merecen reflexión.
En cuanto a contratos a plazo ya hemos tenido ocasión de constatar cómo, aunque han crecido respecto a 2008, están sustancialmente en la línea de la media europea, y por debajo de países como Alemania y Holanda, donde no se suele calificar a esta ocupación de "precaria". ".
La objeción denunciando cómo el salario de estos trabajos son ai mínimo. Las razones, netas de comportamientos irregulares por parte de los empresarios que siempre son posibles con independencia del contrato aplicado, radican esencialmente en la corta duración de la relación laboral, que priva al trabajador de toda una serie de salarios o servicios conexos a la antigüedad, ya menudo bonos variables vinculados al desempeño, si se calculan en términos de 12 meses.
Desde un punto de vista estadístico, también hay que tener en cuenta que la mayor parte de las contrataciones de duración determinada corresponden a puestos profesionales de baja clasificación y por tanto menores salarios contractuales, lo que desplaza a la baja el salario medio de esta categoría de trabajadores: en torno al 24% de los los puestos de trabajo de bajo contenido profesional en 2016 fueron de duración determinada, frente al 14,4% de duración determinada respecto al total de ocupados; proporción común a casi todos los países europeos, con las notables excepciones de Alemania y el Reino Unido, donde los contratos de duración determinada se reparten de forma bastante uniforme en todos los niveles profesionales.
En la Eurozona, sin embargo, la cifra es similar a la italiana, con un 23% de los puestos de trabajo de bajo contenido profesional ocupados por trabajadores temporales; los Países Bajos y Suecia son las excepciones con un 35% y un 30% respectivamente. Cabe señalar que en estos dos países el empleo de duración determinada del total es respectivamente el 21% y el 18%: muy superior al nuestro que ahora es del 14,4%. Probablemente será necesario llevar a cabo una investigación más profunda de los contratos de duración determinada, adquiriendo datos de los que actualmente carecemos sobre su recurrencia o periodicidad en manos de trabajadores individuales y empresas, con el fin de definir su papel en un entorno saludable pero mercado laboral flexible, que no es necesariamente sinónimo de precariedad.
Las horas trabajadas aún no alcanzan el nivel de 2008: de 11.000 millones de horas estamos en 10.900. Incluso las horas trabajadas per cápita, que eran 455 por trimestre en 2008, ahora son 433. Pero hay un fenómeno notable: la productividad, medida en valor agregado por hora trabajada, tuvo un aumento promedio anual de 1% durante la recesión, cuando el empleo cayó y comenzó a declinar en 2015, cuando el empleo comenzó a crecer nuevamente.
Esta cifra merece ser comparada con datos similares de países europeos. Los números que tenemos se refieren a 2106, pero los valores no se han desviado significativamente: en Italia, las horas efectivamente trabajadas en una semana, teniendo en cuenta las ausencias por diversos motivos pero también las horas extraordinarias, fueron
33, en Reino Unido 32, en Suecia 31, en Suiza 30, en Francia 28, en Holanda 27, en Alemania 26. Está claro que en estos países la productividad laboral es superior a la nuestra. La primera cifra puesta en relación con la segunda nos lleva a pensar que muchas empresas están optando por recuperar (y superar) los valores anteriores a la crisis apostando más por la productividad que por la restauración de plantillas.
Sensación sustentada en la cifra de AWU (Unidades de Trabajo por Año, es decir, en comparación con el número de puestos de trabajo equivalentes a tiempo completo, aunque estén compuestos por dos o más trabajadores a tiempo parcial) según la cual, si bien se compara con el punto más oscuro de la crisis de 2013, las UTA aumentaron un 3%, las horas trabajadas por empleado aumentaron solo un 0,8%. Está claro que la introducción gradual de la innovación digital aumentará esta tendencia.
De ser así, también será necesario actualizar el punto de vista sobre los trabajadores a tiempo parcial, cuyo incremento es la explicación de los datos anteriores. De hecho, los contratos a tiempo parcial, en sus múltiples variantes, han pasado del 14% del total de ocupados (datos de 2008) al 19% actual (sobre un ya igual número de ocupados), lo que explica el menor nivel de horas trabajadas con respecto a 2008.
La cifra está perfectamente en línea con la media de la UE, pero otro parámetro difiere significativamente de ella: el 38 % de las mujeres empleadas tienen un contrato a tiempo parcial, mientras que solo el 8 % de los hombres empleados lo hacen a tiempo parcial. La relación entre trabajadores a tiempo parcial femeninos y masculinos es algo superior a 3/1: la media europea es de 2,6/1; Sin embargo, estamos en buena compañía: Francia está a nuestro nivel, Alemania y Austria están mucho más arriba, Alemania incluso tiene una proporción de 4/1.
Cabe señalar que los países con las ratios más bajas, tendiendo por tanto a la paridad en la distribución del trabajo a tiempo parcial, son los menos desarrollados del espacio europeo: Chipre, Bulgaria, Rumanía, Macedonia. Por otro lado, no se puede dejar de ver que a lo largo de la crisis, el empleo de las mujeres aguantó mejor que el de los hombres, y que ahora, con la crisis llegando a su fin, ha marcado un récord histórico con un 49,2%. sobre todo es
empleo a tiempo parcial, claro, pero ¿estamos seguros de que es algo malo? En Holanda casi el 80% de las mujeres tienen contrato a tiempo parcial, y en Suiza más del 60%; Bélgica, Austria, Noruega y Reino Unido superan el 40% y Suecia, Dinamarca y Francia están a nuestro nivel, ligeramente por debajo del 40%. Esto no quiere decir que el trabajo a tiempo parcial deba convertirse en un gueto para las mujeres, pero si es una herramienta para incorporar al mundo laboral a quienes hasta ahora han estado excluidas de él, no nos apetecería considerarlo un mecanismo de exclusión. .
Contratos de duración determinada, productividad laboral, tiempo parcial: estos son parámetros destinados a contar cada vez más en el mercado laboral; pero mientras el crecimiento del indicador de productividad es indiscutiblemente un dato positivo, el crecimiento del trabajo de duración determinada y a tiempo parcial suele estar asociado a la marginalidad y la precariedad: creencia que, sobre todo en una fase de crecimiento, debe repensarse a la luz de un mercado laboral fluido y funcional.