La cuota de mercado de chips controlado por Estados Unidos hace diez años equivalía al 37 por ciento del total. En 2010 se redujo al 12 por ciento. En el mismo período, Europa pasó del 35 al 8 por ciento del mercado. China, prácticamente ausente de la escena hasta fines de la década de 15, ahora controla el 24 por ciento, destinado a subir al XNUMX por ciento a fines de la década. Mientras tanto, las tres cuartas partes de la producción mundial de semiconductores, la materia prima básica de la industria en la era electrónica, se concentra en Lejano Oriente, bajo el control de dos grandes nombres, los taiwaneses tmsc y el coreano Samsung, y algunos competidores japoneses y chinos.
Aquí hay una fotografía de uno realidad incómoda y peligrosa porque, por cierto, hoy en día ni siquiera es posible imaginar la producción de un automóvil sin tener los chips necesarios. Como todos los fabricantes de automóviles están descubriendo a partir de Volvo que ayer dio la voz de alarma advirtiendo al mercado que no podrá alcanzar la producción prometida para 2021 por la escasez de chips, una advertencia que le costó al grupo sueco controlado por la china Geely una caída del 7%. En el hogar Volkswagen la falta de entrega de los chips costará 100 automóviles este año. Pero, advierte Mediobanca Securities, todos los productores tendrán que revisar a la baja sus estimaciones, frustrando parcialmente las perspectivas de recuperación del mercado. Las previsiones, por supuesto, demasiado cautelosas en el origen de la crisis actual. Todas las casas, en la incertidumbre actual, han optado por reservar sólo cantidades modestas de fichas contando con poder integrar la demanda en el último momento. Pero, por desgracia, el coche no es el único ni el más importante cliente del mercado: primero llegan, por ejemplo, grupos de juego como Nintendo o lo mismo Microsoft que, impulsadas por el auge de la demanda de juegos electrónicos en el momento del confinamiento, multiplicaron sus pedidos a su debido tiempo.
Este marco explica el entusiasmo con el que Wall Street acogió con satisfacción la noticia, comunicada después del cierre del mercado, de que Intel pretende poner en marcha dos nuevas fábricas de chips en EE.UU. con una inversión total de 20 millones de dólares con el objetivo de traer al menos parte de la producción de vuelta a EE.UU., revirtiendo así la estrategia que hasta ahora ha concentrado únicamente el diseño y la arquitectura de los chips producidos entonces en el Lejano Oriente. Una movida con sabor político-estratégico que Wall Street acogió con una robusta subida, superior al 7 por ciento, tras la Bolsa. Un rally que continúa esta mañana en las listas europeas: el sector Tecnología es el protagonista de la sesión de hoy con una subida del 2,2% apoyada en los gigantes de los semiconductores: asm + 7% asml + 6% ser sem. +4%, Infineon +2%. francés italiano stm, que acaba de liberar el último tramo de su dividendo, sube un 1,5%.
En realidad, la venganza de Occidente parece compleja, tanto económica como tecnológicamente. Según una investigación de Boston Consulting, una nueva fábrica de chips en EE. UU. acaba costando, al final del primer ciclo de producción (diez años), un tercio más que en Taiwán, Singapur y Corea del Sur.Varios factores incluyen concentración geográfica: para Tmsc (probablemente la empresa más importante y menos conocida para el funcionamiento de la economía global) no cuesta mucho mover un ingeniero de una fábrica a otra a unas decenas de kilómetros de distancia en el día. Mientras tanto, en China son los generosos los que marcan la diferencia contribuciones públicas concedidas a nuevas plantas, que terminan costando un 50 por ciento menos que los Estados Unidos. También para esto desde 2015 China ha anunciado la apertura de 84 nuevas fábricas, de los cuales más de la mitad son fundiciones dedicadas a la producción. Más del doble de lo esperado en Occidente, donde se privilegió el aspecto de diseño de los nuevos modelos.
Pero no por ello es menos importante la brecha tecnológica acumulada por estadounidenses y europeos. Las nuevas fábricas en construcción en Shenhua, en la isla de Taiwán, prevén piezas de 3 nanómetros, o 1/20.000 del grosor de un cabello humano, para albergar los chips, frente a los actuales 7 nanómetros de Intel que acusa costes de producción de entre '8 y un 10 por ciento más.
Y Europa? En el Viejo Continente no falta la excelencia. Infineon, Stm y Nxp han desarrollado un extenso know-how en el diseño de chips para automóviles. Pero también en Europa, porque yo costos y la distancia relativa de los clientes finales (smartphones, por ejemplo) se ha acumulado un retraso en la fabricación que recién ahora se intenta reducir bajo la dirección de la Unión Europea. Por el contrario, el plan europeo cuenta con conquistar el liderazgo con el objetivo de desarrollar fábricas capaces incluso de producir chips de 2 nanómetros, a un paso del límite de la ley de Moore. Pero el proyecto no convence a todo el mundo. “Hoy producimos chips de 22 nanómetros –explica un técnico del sector–, pasar de 22 a 2 nanómetros presenta un riesgo de choque muy alto. Es como saltar desde lo alto de un rascacielos”. Sin olvidar que la industria de los chips es una industria que requiere inversiones continuas y cada vez más costosas. Pero necesaria sobre todo para quien, como la vieja Europa, quiere conservar al menos una primacía industrial, la del automóvil.