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La col, maltratada a lo largo de los siglos, finalmente se venga: un alimento válido de defensa contra el estrés oxidativo de nuestro organismo.

La ingesta habitual de vegetales pertenecientes a la familia Brassicaceae conlleva un alto nivel de defensas celulares. El factor Nrf2 interactúa con el ADN que produce enzimas de fase II, capaces de neutralizar el daño celular causado por el estrés oxidativo que puede provocar carcinogénesis.

La col, maltratada a lo largo de los siglos, finalmente se venga: un alimento válido de defensa contra el estrés oxidativo de nuestro organismo.

Repollos... no sólo como refrigerio. Oda a una humilde verdura maltratada en clichés, desde el proverbio "col calentada, sacerdote expulsado y sirviente vuelto con la vida envenenada", hasta los numerosos dichos populares: "haz tu propia col", "no entiendas una col", " no te hagas una col”, “no vales un carajo”, “lleva la col en la mano y el capón debajo”, que dan a entender la falta de consideración que ha caracterizado a lo largo de la historia a esta hortaliza, considerada durante siglos como un alimento para los campesinos debido al fuerte olor que desprende cuando es cocinado y burlado por la vaga asonancia eufemística con el término popular utilizado para designar el órgano genital masculino que lo ha convertido en protagonista de muchas declaraciones licenciosas. Pero Examinémoslo en su aspecto nutricional y nos daremos cuenta de que no sólo hay que reevaluarlo sino que revela propiedades inesperadas.

El factor Nrf2 interactúa con el ADN que produce enzimas de fase II, capaces de neutralizar el daño celular causado por el estrés oxidativo.

Partiendo de los glucosinolatos, una gran familia de compuestos azufrados presentes en las distintas variedades de col de consumo habitual; Se han identificado diecisiete y entre ellos la más conocida es la glucorafanina, junto a otras mucho menos conocidas como la glucoerucina, la glucobrasicina, la sinigrina y la progoitrina. El azufre es común a todos estos compuestos y caracteriza el olor típico de las cocinas durante la cocción de estas verduras. En el interior de las células de estos vegetales hay una enzima (mirosinasa) que se activa en caso de cocción o daño a los tejidos vegetales, como cuando se cortan durante las fases de preparación de los platos o durante la masticación. Una vez que la mirosina entra en contacto con los glucosinolatos da lugar a una serie muy numerosa de compuestos; entre ellos, el sulforafano es el isotiocianato más conocido resultante de la demolición de los glucosinolatos presentes en la gran familia de las coles. 

Los estudios han confirmado que estos compuestos no se eliminan ni por las heces ni por la orina, sino que se absorben a través del intestino y pasan a la circulación. El sulforafano ha sido identificado como un activador válido de un proceso muy bien analizado a nivel de células humanas. De hecho, en el citoplasma celular, en condiciones normales y en ausencia de estrés oxidativo, un factor de transcripción llamado Nrf2 está presente en cantidades muy pequeñas; en las mismas condiciones, en cambio, está presente una proteína llamada Keap1.

La ingesta habitual de vegetales pertenecientes a la familia Brassicaceae conduce a un alto nivel de defensas celulares

La ingesta de repollo y la liberación de sulforafano determina el aumento de la concentración del factor Nrf2 hasta el punto de que se une a la proteína Keap1 y se transloca al núcleo, dirigiéndose directamente a una zona específica del ADN. De este modo, el factor puede interactuar con el ADN, que produce una gran cantidad de enzimas llamadas de fase II, capaces de neutralizar el daño celular causado por el estrés oxidativo.

Entre los efectos más deletéreos del estrés oxidativo se encuentra la carcinogénesis, por lo que la ingesta habitual de vegetales pertenecientes a la familia Brassicaceae conlleva un alto nivel de defensas celulares. Aunque no es correcto decir que las Brassicaceae producen efectos farmacéuticos, es fundamental comunicarnos con nuestro ADN a través de una correcta nutrición.

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