Cgil y Uil se reunirán con el primer ministro Giorgia Meloni el 4 de noviembre sobre la maniobra económica pero será una reunión inútil porque ya han decidido salir nuevamente a las calles el 28 de noviembre con un huelga generales 8 horas. Es el tercer ataque contra este Gobierno, pero es poco probable que dé resultados. Un poco porque Cgil y Uil se suben a espejos y manipulan los datos para negar que elel empleo crece y el empleo precario se reduce, como lo demuestran las cifras del Istat y del INPS. Y en parte porque la verdadera batalla que debería librar un sindicato serio es contra la salarios bajos no lo hacen negociando con sus homólogos, sino que piensan en depositarlo íntegramente en las arcas del Estado. Por eso piden que se aumente continuamente el listón de la reducción de la cuña fiscal y de la descontribución, y les gustaría aumentar los impuestos más allá del Irpef a quienes ya les pagan para que destinen recursos que hoy no existen a pensiones, sanidad, infraestructuras y demás, etcétera. Es el plan que el secretario de la CGIL persigue desde hace años, Maurizio Landini, que ha transformado al sindicato en un opositor político con la vista puesta en lo que hará cuando dentro de dos años ya no sea renovable en Corso d'Italia. Pero lo sorprendente es el hecho de que Uil di Pierpaolo Bombardieri ha renunciado completamente a su tradición laica de sindicato que busca mediaciones y compromisos honorables para llegar a acuerdos con el Gobierno y las empresas y ahora se ha agachado a los pies de Landini, pensando que el gregarismo más absoluto asegura su futuro. ¿Pero qué sentido tiene una unión como ésta? Si siempre está de acuerdo ciegamente con las payasadas de Landini, incluso a costa de provocar división tras división en la CISL, que de hecho no se declarará en huelga, ¿por qué un trabajador debería registrarse en la Uil y no directamente en la CGIL? ¿Qué tan lejanos están los tiempos en que el socialismo Jorge bienvenido había hecho de Uil una unión moderna, unitaria y dinámica que hoy Bombardieri, culpablemente, está haciendo todo lo posible por borrar.
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La Uil de Bombardieri siempre está a la zaga de Landini, negando su tradición secular, pero ¿de qué sirve una unión como ésta?
Bombardieri hace tiempo que transformó a Uil en un servidor ciego de la CGIL de Landini, con la esperanza de que el gregarismo produzca un futuro que en realidad es improbable. Pero, ¿para quién y para qué sirve un Uil reducido así?