Fin de semana electoral en América Latina, donde ciudadanos de 3 países fueron llamados a votar – Brasil, Uruguay, Chile – para un total, neta de abstención, de más de 170 millones de votantes elegibles. Una ronda relevante, porque en el caso de Uruguay fueron las elecciones presidenciales, con posibilidad de que el Frente Amplio regrese al poder Pepe Mujica después el gobierno de centroderecha de Luis Lacalle Pou, que en 2020 había puesto fin a quince años consecutivos de gobierno de coalición de centroizquierda. Hoy el heredero de Mujica es Osos Yamandú quién era el favorito la víspera y que de hecho salió vencedor, aunque con una ventaja insuficiente para cerrar el partido ya en la primera ronda: será necesaria una segunda vuelta el 24 de noviembre, que todavía lo ve como favorito, pero con la posibilidad de que la mayoría saliente, que hasta ahora ha estado dividida, vuelva a unirse. Orsi obtuvo el 44% de los votos contra el 27% de Álvaro Delgado, del Partido Nacional del presidente Lacalle Pou, pero los clasificados en tercer y quinto lugar en la primera vuelta son exponentes del centroderecha y sumando sus votos se reabriría el juego.
Elecciones sudamericanas: cómo fueron en Brasil y Chile
Las cosas fueron decididamente mejor para el centro-derecha en Brasil y Chile: en este caso las elecciones fueron sólo administrativas pero resultaron ser una importante prueba intermedia por tanto Calamar de cara a las elecciones presidenciales de 2026, tanto para Gabriel Boric, cuyo mandato expirará el próximo año, en 2025. En Brasil, estaban habilitados para votar 155 millones de electores, prácticamente todos ellos dado que la votación se celebró en los 5.568 municipios del país. El veredicto, para el gobierno de turno, fue despiadado: Lula, de 79 años y magullado, contemplaba impotente el regreso de su rival a la popularidad. Jair Bolsonaro, con la derecha prácticamente ganando en casi todas partes, en particular en Sao Paulo, la zona metropolitana más poblada de América del Sur con sus 20 millones de habitantes (9 millones de votantes sólo en el municipio) y que alguna vez fue el bastión electoral del Partido dos Trabalhadores, El partido de Lula. En cambio, no había nada que hacer: el alcalde saliente Ricardo Nunes, expresión de la derecha moderada pero también vinculado a Bolsonaro, fue reconfirmado con el 60%, y entre las 27 capitales del país el PT sólo conquistó Fortaleza. En Río de Janeiro, el centroizquierda resistió pero con un alcalde, Eduardo Paes, que no está vinculado a Lula y que ganó por cuarta vez consecutiva.
Lula, el gran perdedor de la vuelta electoral
Calamar y entonces el gran perdedor de la ronda, mientras que los grandes ganadores fueron el centro y la derecha moderada, pero no faltó el extremismo, viejo y nuevo: el Partido Liberal de Bolsonaro todavía está repleto de salud y en Sao Paulo surgió Pablo Marçal, de 37 años, un político de múltiples partidos. preso que es la nueva cara del populismo, capaz de reunir más de 1,7 millones de votos y a punto de llegar a las urnas. También en Sao Paulo, el concejal más votado fue el influencer Lucas Pavanato, de 26 años, que, entre otras cosas, quiere prohibir el acceso de personas transexuales a los baños reservados para mujeres, financiar asociaciones Pro-Vida y militarizar la ciudad. Menos radical parece ser El perfil de la derecha que ganó en Chile, país gobernado por el socialista Gabriel Boric y donde se votaron en 345 municipios, en los que participaron más de 15 millones de electores. Sin embargo, incluso la de Santiago y sus alrededores, con Boric expirando en el cargo, fue un termómetro importante: la mayoría oficialista aguantó todo, conquistando 111 ciudades, pero la oposición de Chile Vamos, de derecha moderada, se llevó 122. En comparación con las elecciones administrativas anteriores, el centro izquierda perdió 40 municipios, mientras que sus oponentes ganaron 36 más: una señal clara, aunque las previsiones eran aún peores para Boric.
Tenga en cuenta elalta participación, especialmente en Chile y Uruguay, donde el 90% de los que tenían derecho a votar acudieron regularmente a las urnas. En Brasil las cosas no fueron tan bien: aunque allí el voto es obligatorio entre los 18 y los 70 años, en algunas ciudades la abstención alcanzó el 30%.