Es imposible catalogar la reunión del miércoles en Milán entre el presidente de Fininvest, Marina Berlusconi, y el ex primer ministro y ex presidente del BCE, Mario Draghi, recién salido de la presentación de su voluminoso pero muy concreto Informe sobre la competitividad europea, como cuestión de administración ordinaria. La reunión es una noticia en sí misma, sobre todo porque la casa Berlusconi tuvo cuidado de no ocultarla. El encuentro es un evento inesperado, no obvio y no trivial. Pero sería absurdo que después de ese encuentro pudiéramos imaginar escenarios metapolíticos que no son los de hoy. La señal que envía Marina es muy clara, como ya en la entrevista que concedió a principios de verano y significa una cosa muy concreta: que, a pesar de financiar un partido de gobierno, como Forza Italia, los Berlusconi no tienen intención de encerrarse en el estrecho recinto del centroderecha. Pero también que para ellos el punto de referencia de importancia internacional en el panorama político y económico es más SuperMario que el primer ministro. Melones, que no sorprende que vea todos los movimientos de Marina y Piersilvio Berlusconi con recelo y desconfianza. A veces los herederos son más previsores que los padres.
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El encuentro de Marina Berlusconi con Draghi ya es un acontecimiento en sí mismo y la señal de que los herederos del Caballero miran más allá de Meloni
El encuentro de Marina Berlusconi con Mario Draghi en Milán no podía pasar desapercibido y de hecho Giorgia Meloni tiene motivos para preocuparse