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Decreto de dignidad: aquí están las consecuencias de un fracaso inevitable

El grave déficit de cultura industrial de las medidas del Gobierno corre el riesgo de que el 5 Estrellas tome un callejón y dé un nuevo impulso a las campañas liberales de revisión del Estatuto de los Trabajadores y el artículo 18. En pleno beneficio de la Liga

Decreto de dignidad: aquí están las consecuencias de un fracaso inevitable

El decreto de "dignidad" arriesga,  y no sólo por sus contenidos imbuidos de superficialidad, descuido y demagogia, para llevar a la 5Stelle a un callejón sin salida al final del cual es fácil vislumbrar la coagulación de un movimiento liberal-conservador de amplias dimensiones sociales que pudieran dar nuevos alientos y argumentos a una nueva y más incisiva campaña contra las “asesinas y lazos” del mercado de trabajo.

Las estadísticas nos dicen que, principalmente como resultado del modesto crecimiento económico, el empleo (que la Ley de Empleo no ha creado sino que "solo" ha fomentado)  ha alcanzado y superado los niveles de 2008 . Es cierto que hay un uso importante de los contratos de duración determinada (un 15% del total) pero conviene recalcar que no solo en fase de recuperación es un fenómeno natural, que lo mismo ocurre en Europa (Alemania 13%, Francia 15%, Holanda 18%) y que, en todo caso, los contratos indefinidos suponen más del 85% del total en nuestro país, de nuevo sin grandes diferencias con otros países de la UE.

El grave déficit de la cultura industrial de las medidas  del gobierno radica en apoyarse en normas que, como tales, no sólo son incapaces de producir  mecánicamente los resultados deseados,   pero si están mal dirigidos pueden causar daños graves. La opción de confiar  dirigismo para gobiernan el mercado laboral, en ausencia total de confrontación con los interlocutores sociales y, más aún, la incertidumbre e  la imprevisibilidad que conlleva, no puede  que amplifican sus efectos negativos. Además, no estamos ante un escenario de fuerte crecimiento (al margen de las incógnitas del comercio mundial) y la dolorosa hipótesis de que la política gubernamental, más allá de las buenas intenciones, que como es sabido abrió el camino al infierno, coincida con una desaceleración (si no una disminución) en la producción y el empleo no es del todo irreal. En ese momento, los primeros en rebelarse probablemente serían los sindicatos (aunque Di Maio poseía partes de los documentos oficiales de la CGIL) pero especialmente  el mundo de los negocios, que entre otras cosas teme con cierta razón la reaparición de una disputa legal patológica y onerosa.

Para Matteo Salvini  sería una excelente oportunidad a aprovechar para ampliar las bases sociales de la Liga, mucho más allá de la importante realidad de las pequeñas y medianas empresas, pasando por una verdadera dificultad y objetivamente "descargando" al temerario Di Maio. 

Inevitablemente vuelve a surgir la enorme dificultad de aglutinar fuerzas políticas que en muchos aspectos son alternativas, para lo cual no basta un contrato de gobierno, evidentemente mal definido. Visto más de cerca, si el decreto de dignidad significa "hacer algo de izquierda" que contrarreste la línea dura sobre la inmigración ilegal, estaríamos ante una versión grotesca de un gobierno de unidad nacional sin precedentes que se basa en medidas aparentemente asimétricas que tienen como objetivo de satisfacer a una parte del electorado de vez en cuando: pero no  todos son evaluados con la debida diligencia sobre la base de posibles efectos reales. En cualquier caso, el (probable) fracaso del decreto de "dignidad" y la campaña ideológica contra la precariedad corren el riesgo de crear sólo frustraciones y dar nueva vida a las campañas liberales por mayor "mantenimiento" del Estatuto de los Trabajadores, a partir del artículo 18.

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