"En el G-8 decidimos suspender la participación de Rusia, es decir, se espera que todos los demás países, los siete más grandes, estén allí y se reúnan sin Rusia". Las palabras de Laurent Fabius, ministro de Asuntos Exteriores de Francia, la segunda economía y potencia nuclear europea, no pueden dejar indiferente. Y no solo porque la cumbre iba a tener lugar el próximo mes de junio en Sochi, Rusia (pero ya a principios de marzo la Unión Europea había decidido suspender los preparativos), sino porque testimonia que Occidente ha pasado de las palabras a las hechos y tras amenazar con excluir a Rusia del G-8, ha decidido mientras tanto suspenderlo. Suspensión que se suma a una serie de sanciones, aunque limitadas ya título personal, ordenadas tanto por la UE como por EE. UU. contra 21 ciudadanos rusos y ucranianos implicados en el conflicto que ahora desencadena una auténtica nueva guerra fría.
Las declaraciones de Fabius se producen justo cuando el presidente Vladimir Putin reclamaba ante la Duma, el parlamento ruso, la recién reconquistada Crimea y firmaba el tratado para la adhesión de la península a la Federación Rusa, tras el referéndum del domingo que ratificó la voluntad popular con un plebiscito real (96 % de los votos). "Siempre ha sido y sigue siendo una parte inalienable de Rusia -dijo Putin- y su estatus como territorio de Ucrania fue una injusticia espantosa de la historia", comentó, refiriéndose al "regalo" de Nikita Krushev allá por 1954. Ahora que Crimea vuelve a todos los efectos a Rusia, tal como fue desde el siglo XVIII hasta la inmediata posguerra, sólo queda un último paso -probablemente obvio-: tras las declaraciones de Putin, idLos diputados rusos se pronunciarán el viernes, pero el proyecto de ley ya está listo y la votación será solo pro forma.