Un engaño estructural. Roberto Cingolani no lo definió así, pero estuvo muy cerca. Explicó el otro día a los senadores de la Comisión de Industria que las últimas subidas de la factura de la luz se han disparado para el aumento en el precio de los hidrocarburos y por el coste de las emisiones de carbono en el sistema de comercio europeo, Ets (Emissions trading system). Pero “el riesgo -dijo el Ministro- es que cada trimestre acabemos con un 20% de incremento. Y la única salida a estos aumentos es aumentar la producción de energía a partir de fuentes renovables lo más rápido posible”.
Italia lleva al menos diez años lidiando con un sistema energético en busca del equilibrio. Todo proyecto de cambio a renovables ha tenido que lidiar con la lentitud de las inversiones privadas, trámites de autorización estresantes y paradójicos, oposiciones de diversa índole. Cuando Europa lanzó el Green Deal hace dos años, bajo la amenaza del cambio climático, el país tuvo que revisar todos los escenarios anteriores. Sobre todo -cabe recordar- por afrontar una transición con mayor realismo. Pensando, eso sí, en un largo periodo de coexistencia entre fuentes fósiles y renovables. A pesar de que los imprudentes gobernantes de la época cultivaron la ilusión de lo contrario, sucedió entonces que la UE elevó el objetivo de reducir las emisiones contaminantes al 55% para 2030. Todos, entonces, tuvieron que revisar planes, estrategias y conveniencias. Pensando en las sinergias históricas entre lo público y lo privado que, para bien o para mal, han caracterizado al capitalismo italiano, ahora corresponde a Cingolani actualizar el anterior Plan Nacional de Energía (Pniec). Partiendo de la simplificación de trámites, el nuevo Pniec prevé para 2030, 27 gigavatios de energía de fuentes limpias programables y 87 de fuentes no programables. De los 56 GigaWatt de renovables presentes, 24 son, de hecho, programables hidroeléctrica, biomasa y geotérmica y 32 no programables, eólica y fotovoltaica. Un panorama a rediseñar con la aportación de todo el sistema productivo, ligado en gran medida a las energías tradicionales. Luego pensaremos también en la energía nuclear de nueva generación, poniendo en ella una parte del dinero del PNRR.
Pero llegados a este punto, debería plantearse inmediatamente el recorte de las emisiones nocivas a escala europea. El sistema de intercambio de emisiones entre países no siempre convence, mientras que junto a países bien orientados hacia las energías renovables hay otros decididamente reacios. El carbón, el gas, las antiguas centrales nucleares marcan (y tememos que seguirán marcando) la diferencia junto con menores inversiones públicas y privadas para la sostenibilidad ambiental. Las reducciones totales de gases de efecto invernadero para 2030 deben alcanzar el 55% entre los 27. Para Italia, el porcentaje es 51% con un valor estratégico importante. Si hace unos días el mundo de las empresas de energías renovables criticó ciertas opciones contenidas en el PNRR, Cingolani se comprometió a "revisar el sistema de subastas para la instalación de plantas renovables" por parte del gobierno. Tal vez una especie de compensación por no tener obstáculos en su plan. ”A partir de septiembre –dice– empezamos con la nuevas subastas con nuevas reglas simplificadas”. Las subastas tendrán una periodicidad fija, un horario claro en la web del Ministerio y mayores garantías para los inversores. Si una empresa no participa en esa subasta, sabe que dentro de seis meses habrá otra, explicó en el Senado. De lo contrario terminaremos con aumentos en la factura: el equivalente a que siempre sean los ciudadanos los que paguen.