Alto, muy alto. Inteligente, muy inteligente. Muy curioso. Con una mirada móvil y sincera. Y una voz de barítono. Es imposible no notarlo erguido y gritando. A menudo utilizaba dos expresiones coloquiales: loco, para denotar asombro; y un idiota, un idiota milanés, pero también incorrecto e incompetente.
Atilio Ventura fue, hasta el final, protagonista del centro financiero milanés, es decir, de finanzas italianas. La que gira en torno al mercado de valores, la Bolsa de Valores, también llamada Plaza Affari, donde se encuentra el Palazzo Mezzanotte, que lleva el nombre del arquitecto encargado de su construcción. Iniciado en 1929 y terminado en 1932. Al estilo del siglo XX, es el cuarto y último edificio que acogió la negociación de valores intermediados físicamente, es decir, antes de la desmaterialización y la revolución de la información, que eliminó el papel de los corredores de bolsa y el encuentro entre la oferta y demanda a través de órdenes de compra y venta gritadas (los gritos), con todo el simbolismo gestual para indicar las empresas.
Attilio Ventura, una vida en primera línea
Attilio, sin embargo, no miró atrás y no sintió nostalgia. Siempre ha estado a la vanguardia cuando había oportunidades de cambio que aprovechar para realizar mejor la intermediación del ahorro. Por ejemplo, en 1984 creó la Fondo profesional, uno de los primeros fondos mutuos de inversión, ya que la ley que los creó fue aprobada en 1983. En 1991 fundó, junto con Giorgio Aloisio De Gaspari y Alberto Foglia, la sociedad de corretaje de valores del mismo nombre (las SIM habían sido creadas legalmente ese mismo año). que luego se convertirá banca leonardo. Como presidente, guió la Bolsa de Milán hacia el big bang tecnológico que vació el Palacio, amplió los horarios de negociación transformándolos en continuos y, al final, hoy permite a los ahorradores dar órdenes directamente a través del teléfono inteligente.
Un hombre siempre hambriento de noticias.
Un hombre así siempre tenía hambre de noticias y, cuando aún no existían Internet ni las redes sociales, llegaba por la noche, a la hora de cerrar las páginas, a la redacción de El Sol 24 Horas, para visitar a su amigo Gianni Locatelli, el director que hizo grande al periódico del salmón, para charlar con periodistas, intercambiar opiniones y visiones. Y, por supuesto, leyó mucho. Entonces, a veces, llamaba para discutir el último boletín de inversionistas Ceresio, la sociedad de gestión de activos de la familia Foglia. Y fue también generoso en su aprecio, tanto como modesto; exactamente lo contrario de una bauscia (= fanfarrón).
Nos quedaremos con las ganas de saber qué habría pensado y dicho sobre los muchos cambios que viviremos en los próximos años. Y si el mundo actual de las finanzas italianas es mejor que hace sesenta años, una gran parte del mérito es de Attilio. ¡Lo saludamos con agradecimiento!