En vísperas del décimo aniversario del euro, que cae el 2 de enero, 2011 se cierra sin saber si celebrar el cumpleaños de la moneda única o preparar su triste e increíble funeral. Esta duda es suficiente para recordarnos que el 2011 no ha sido un año normal y que será imposible olvidarlo, porque marcó un punto de inflexión decisivo en nuestra historia reciente con una escalada vertiginosa y una evolución impredecible de la crisis económica y financiera más grave de los últimos ochenta años. Una crisis que, si bien nació el 9 de agosto de 2007 en América con la alarma de las hipotecas subprime, trasladó su centro de gravedad a Europa en 2011 con la crisis de la deuda pública y los riesgos soberanos que está poniendo en grave riesgo al euro ya la propia Europa. En los primeros tres meses del nuevo año se entenderá si el euro realmente puede sobrevivir o si habrá un retorno a las monedas nacionales o a un euro de dos velocidades con el efecto de agravar y prolongar la recesión en curso en Italia y en una parte de Europa, hasta el punto de convertirla en depresión. Lo cierto es que el euro está en el enfrentamiento y está en la encrucijada de la historia: o encuentra la margen derecha para fortalecerse o debe prepararse para un retroceso sin gloria con efectos ruinosos en la economía del Viejo Continente y del mundo entero. .
Por eso recordaremos 2011 como el año de la crisis del euro y el año del riesgo soberano o, más simbólicamente, como el año del diferencial. Hasta hace unos meses pocos ciudadanos de a pie sabían cuál era el spread y lo importante que era comprobar el diferencial de rentabilidad entre el BTP a diez años y el Bund alemán para medir la fiabilidad de nuestro país. Pero cuando, el 9 de noviembre de 2011, el terremoto de los mercados derrumbó nuestra bolsa y llevó el diferencial a niveles récord, todo el mundo empezó a comprender que la guerra del euro había entrado realmente en su fase crucial y que a partir de ahora podía pasar cualquier cosa. Incluso lo impensable: como el fin de la moneda única o la salida de Italia del euro. Y todos han entendido que el teatro de batalla de Europa y del mundo es Italia.
Pero, ¿cómo fue posible llegar al punto de crisis en el que hemos caído y que está a un paso de la quiebra de Italia y del euro? Allá galería que presenta FIRSTonline, a partir del archivo de nuestros primeros seis meses de vida, nos ayuda a reconstruir pasajes y etapas decisivas del atornillado de la crisis del euro y su propagación sobre sí mismas.
Todo empezó entre finales de la primavera y el paso del verano cuando el crisis griega, grave pero en sí mismo limitado, fue día tras día a crecer en intensidad y peligrosidad debido a los incomprensibles vaivenes y la increíble miopía del directorio franco-alemán. Miopía en especial de la señora Merkel que alimentó la creencia en los mercados de que el default de Grecia era inevitable y que el consiguiente efecto dominó habría desencadenado el contagio de los países europeos más endeudados –empezando por Italia– hasta abrumar a todos, incluso a los más sólidos, incluidos Francia y Alemania. Las etapas de la escalada de la crisis del euro en 2011 están a la vista de todos.
La primera campana de alarma sonó el 15 de abril cuando los "sabios" alemanes tronaron contra la ayuda europea a Grecia. El 100 de mayo, el ministro de Asuntos Exteriores francés, Bernard Koucher, empezó a hablar del "riesgo de contagio" y los alemanes empezaron a decir que la UE no podía garantizar al XNUMX% la deuda griega. Todo el verano estuvo marcado por protestas callejeras en Grecia contra una austeridad sin precedentes, por la sentencia de muerte de las agencias de calificación y por las imperdonables incertidumbres de Alemania y Francia sobre la gestión de la deuda griega.
Grecia fue para Europa lo que la inesperada quiebra de Lehman fue para EEUU: una trampa y un trágico error que magnificó la crisis y la hizo aún más sistémica.
Il 25 julio Moody's rebajó la calificación de Grecia en tres escalones y dictaminó que el incumplimiento de Grecia era prácticamente seguro. Música para los oídos de especulación que, ante el empeoramiento de la situación económica y el riesgo de recesión, identificó en el probable default griego la ganzúa para cuestionar la sostenibilidad de las grandes deudas públicas europeas (Italia a la cabeza) y hacer estallar la propia moneda única. El 12 de septiembre la crisis da otro salto cualitativo porque el vicecanciller alemán Felipe Roesler no descarta la quiebra de Grecia y el Gobierno griego, a través de su viceministro de Economía, Filippos Sachinidis, da la voz de alarma recordando a toda Europa que, a falta de nuevas ayudas, Atenas tiene recursos sobrevivir sólo hasta octubre.
Desde entonces, para Italia y para Europa, nada ha sido como antes, hasta la crisis del gobierno griego y el terremoto bursátil del 9 de noviembre en Italia, cuando se derrumbó la bolsa, el diferencial -que en abril estaba en 123 pb y el 185 de julio a XNUMX bps – voló al nivel récord en 557 puntos básicos y los rendimientos de los BTP a diez años han superado por primera vez el 7%, lo que hace visible la difícil sostenibilidad de la tercera deuda pública más alta del mundo en ausencia de crecimiento económico. Era inevitable que el Gobierno de Berlusconi, que hasta agosto negaba la existencia de una crisis italiana, salió sin gloria de la escena unos días después y que el presidente Napolitano llamó en su reemplazo a un gobierno de técnicos encabezado por el economista y senador vitalicio Mario Monti.
Las últimas semanas de 2011 fueron extremadamente agitadas. El subastas de bonos del gobierno Los italianos comenzaron a tener a todos en vilo pero el efecto dominó terminó golpeando al Francia y cuestionar tanto la estrechez de sus bancos como la triple A y sacudir a la propia Alemania que por primera vez ha conocido la vergüenza de fracaso de una subasta de bonos. El 9 de diciembre elacuerdo de la Europa de los 26 -al señalar la ruptura con Gran Bretaña- ha reforzado el fondo de ahorro estatal e iniciado un cambio en la gobernanza europea apreciada por Alemania que debería asegurar los presupuestos de los estados miembros con una disciplina fiscal común más severa y con sanciones automáticas contra quienes incumplan.
El nuevo presidente del BCE, Mario Draghi, hizo el resto, cortándolo dos veces tarifas y el lanzamiento de una inyección ilimitada de liquidez en el sistema bancario europeo severamente puesto a prueba por los cuestionables criterios de evaluación de riesgos y coeficientes de capital de la EBA.
Europa sabe que está en guerra para salvar el euro, pero lo que hace que el resultado de la batalla sea aún incierto es la ausencia de un plan de bazuca que pone a disposición de los estados en dificultad medios ilimitados para hacer frente al riesgo soberano y hacer sostenible la deuda pública. A pesar de la ortodoxia monetaria que parece ignorar el estado de emergencia absoluta, Europa debería atesorar la lección americana y hacer del BCE el prestamista y garante de última instancia de la deuda de los países miembros. En su defecto, es inevitable que 2011 acabe con el signo de la máxima incertidumbre y que 2012 se abra en la más absoluta niebla sobre el futuro del euro. Y de Europa.